domingo, 28 de noviembre de 2021

Licantropía


El la observa plácida y durmiente a su lado.
Una señal natural, la luna desnudándose quizás; le indica que la hora de la transformación ha llegado.
Su espalda se arquea en un rictus de dolor. Pronto sus manos se transforman en mortales garras.
Ella duerme plácida y gatuna a su lado.
Su desnudez evoca su sed predadora una vez mas.
Aprieta la garra cual si de un puño humano se tratara; hasta hacer brotar la sangre maldita que se desliza por el brazo-pata manchando la sábana blanca.
Entonces abre la ventana y salta al vacío. Pisos abajo se yergue ileso.
Pocas cosas puden matarlo esta noche.
Ni balas de plata, ni remordimiento.
Pocas cosas pueden detenerlo esta noche de muerte sin culpas.

Y así se sucede afuera el devenir de presa y depredador.
Sus fuertes garras, sus filosos colmillos simplemente funcionan para el fin que fueron concebidos.
Finalizado el grosero festín, emprende su regreso, ebrio de muerte.
Escala el concreto y torpe pero silencioso se desliza hacia el interior por el hueco de la ventana.
Ella, sigue durmiendo su gatuna desnudez.
El, en proceso inverso se abandona sobre la cama.
Retoma su forma.
La sangre se seca sobre la piel que le lame la brisa nocturna.
El, sabe que probablemente una noche su sed lo traicione.
Una ciega noche de ventanas encerrojadas.
Entonces relaja sus músculos, saborea el dolor y deja que sus ojos se cierren sobre la espalda de su compañera.

Ella registra el instante en el que el sueño lo hace presa.
Un cambio sutil en el ritmo de su respiración.
Ella, sabe que probablemente una noche su sed la traicione.
Pero hasta entonces mantendrá la costumbre de dejarle la ventana abierta.